ESCUELA ISIDRO A. SÁNCHEZ

ESCUELA ISIDRO A. SÁNCHEZ
Escuela para el Siglo 21

lunes, 30 de mayo de 2011

El Perfume de la Maestra

Su nombre era “misis Guzmán”.Mientras estuvo al frente del 5to grado, el primer día de clases lo iniciaba diciendo a los niños una mentira. Como la mayor parte de los profesores, ella miraba a sus alumnos y les decía que a todos los quería por igual. Pero eso no era posible, porque ahí, en la primera fila, desparramado sobre su asiento, estaba un niño llamado José Rodríguez. Ella desde el año pasado había observado a José, notando que él no jugaba muy bien con otros niños, su ropa estaba descuidada y constantemente necesitaba un buen baño, por lo que comenzaba a ser un tanto desagradable. Llegó el día en que ella disfrutaba tachar los trabajos de José con una pluma roja, con una gran X y un cero muy llamativo en la parte superior de sus tareas. En la escuela donde misis Guzmán enseñaba, tenían que revisar el historial de cada niño y había dejado el expediente de José para el final. Cuando al fin lo revisó, se llevó una gran sorpresa…
La profesora de primer grado escribió: “José es un niño muy brillante, con una sonrisa sin igual. Hace su trabajo de manera limpia y tiene muy buenos modales; es un placer tenerlo cerca.”
Su maestra de segundo grado escribió: “José es un excelente estudiante, se lleva muy bien con sus compañeros, pero se nota preocupado porque su madre tiene una enfermedad incurable y el ambiente en la casa debe ser muy difícil.”
La profesora de tercero escribió: “Su madre ha muerto, ha sido muy duro para él. Él trata de hacer su mejor esfuerzo, pero su padre no muestra mucho interés y el ambiente en su casa le afectará pronto si no se toman ciertas medidas.”
Su maestro de cuarto grado escribió:
“José se encuentra atrasado con respecto a sus compañeros y no muestra mucho interés en la escuela. No tiene muchos amigos y en ocasiones duerme en clase.”
Ahora misis Guzmán se había dado cuenta del problema y estaba apenada con ella misma.
Comenzó a sentirse peor cuando sus alumnos le llevaron sus regalos de Navidad, envueltos en preciosos moños y papel brillante, excepto José…
Su regalo estaba mal envuelto con un papel amarillento que él había tomado de una bolsa de papel. A ella le dio pánico abrir ese regalo en medio de los otros presentes. Algunos niños comenzaron a reír cuando ella encontró un viejo brazalete y un frasco de perfume con sólo un cuarto de su contenido. Ella detuvo las burlas al exclamar lo precioso que era el brazalete, mientras se lo probaba y se colocaba un poco del perfume en su muñeca.
José Rodríguez se quedó ese día al final de la clase el tiempo suficiente para decir:
“Misis Guzmán, el día de hoy usted huele como solía oler mi mamá…”
Después que el niño se fue, ella lloró por lo menos una hora. Desde ese día, ella dejó de enseñarles a los niños aritmética, a leer y a escribir. En lugar de eso comenzó a educarlos y puso atención especial en José. Conforme comenzó a trabajar con él, su cerebro comenzó a revivir. Mientras más lo apoyaba, respondía más rápido. Para el final del ciclo escolar, José se había convertido en uno de los niños más aplicados de la clase y a pesar de su mentira, de que quería a todos los alumnos por igual, José se convirtió en uno de los consentidos de la maestra.
Un año después ella encontró una nota debajo de su puerta. Era de José, diciéndole que ella había sido la mejor maestra que había tenido en toda su vida. Seis años después, para las mismas fechas, recibió otra nota de José. Ahora escribía diciéndole que había terminado la escuela superior siendo el tercero en su clase y ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida… Cuatro años después recibió otra carta que decía que, a pesar de que en ocasiones las cosas fueron muy duras, se mantuvo en la universidad y pronto se graduaría con altos honores. El le reiteró a misis Guzmán que seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida… y su favorita! Cuatro años más tarde recibió otra carta. En esta ocasión le explicaba que después que concluyó su carrera, decidió viajar un poco. La carta explicaba que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido y su favorita, pero ahora su nombre se había alargado un poco… la carta estaba firmada por el Dr. José A. Rodríguez Carmona, MD.
La historia no termina aquí, existe una carta más que leer. José decía que había conocido una chica con la cual iba a casarse. Explicaba que su padre había muerto hace par de años, y le preguntaba a ella si le gustaría ocupar en su boda el lugar que usualmente es reservado para la madre del novio. ¡Por supuesto que misis Guzmán aceptó! ¿Y adivinen? Ella llegó usando el viejo brazalete y se aseguró de usar el perfume que José recordaba que usó su madre la última Navidad que pasaron juntos. Se dieron un gran abrazo y mientras el Dr. Rodríguez le susurró al oído: “Gracias, misis Guzmán, por creer en mi. Muchas gracias por hacerme sentir importante y mostrarme que yo puedo hacer la diferencia.” Misis Guzmán, con lágrimas en los ojos, tomó aire y dijo: “José, te equivocas. Tú fuiste el que me enseño a mí que yo puedo hacer la diferencia.
No sabía como educar hasta que te conocí…"